lunes, 22 de diciembre de 2008
Markus Zusak, La Ladrona de Libros
La Muerte y tú
Primero los colores.
Luego los humanos.
así es como acostumbro a ver las cosas.
O,al menos, así intento verlas.
Un pequeño detalle:
Morirás
Sincerqqamente, me esfuerzo por tratar el tema con tranquilidad, pero a casi todo el mundo le cuesta creerme, por más que yo proteste. Por favor, confía en mí. De verdad, puedo ser alegre. Amable, agradarle, afable...Y eso sólo son las palabras que empiezan por "a". Pero no me pidas que sea simpática, la simpatía no va conmigo.
¿Te preocupa?
Insisto: no tengas miedo.
si algo me distingue es que soy justa.
supuesto, una introducción.
Un comienzo.
¿Qué habrá sido de mis modales?
Podría presentarme como es debido pero, la verdad, no es necesario. Pronto me conocerás bien, todo depende de una compleja combinación de variables. Por ahora baste con decir que, tarde o temprano, apareceré ante ti con la mayor cordialidad. Tomaré tu alma en mis manos, un color se posará sobre mi hombro y te llevaré conmigo con suma delicadeza.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Ebony
No le costó encontrar la mansión, pues era la única abandonada y a su alrededor parecía concentrarse el frío de la mañana. La oxidada verja, en otros tiempos pintada de negro, dejaba entrever árboles y arbustos descuidados sin ningún orden aparente, cubiertos por enredaderas. El candado de la puerta cedió de un empujón. Un escalofrío recorrió su espalda cuando traspasó el umbral y la puerta se cerró con una fuerte corriente de aire.
Un camino de granito conducía a la puerta principal, de madera oscura que contrastaba con la blanca pared de la casa. Los árboles apenas le dejaban ver fragmentos de cielo y las estatuas de ángeles de mármol sobre las cuales el musgo había tejido un tupido manto. Las hojas susurraban su nombre con cada ráfaga de viento.
La gran puerta de la casa estaba abierta, por lo que pudo entrar sin necesidad de forzar su cerrojo. El suelo del vestíbulo vestía una capa de polvo en la que fue dejando sus huellas al caminar por las habitaciones, en busca del espejo o algún otro objeto,sin éxito, pues todas las estancias estaban vacías. Los truenos le acompañaron durante el tiempo en que estuvo en la mansión y, cuando decidió abandonarla comenzó a llover con violencia, por lo que decidió quedarse dentro hasta que la tormenta se hubiese calmado y recorrer la casa de nuevo.
Fue entonces cuando, en el piso superior del palacete, descubrió una habitación escondida en la negrura del pasillo. La puerta de ésta había sido pintada de blanco, al igual que las paredes de toda la casa, lo que la había hecho pasar desapercibida en el primer registro de la casa con la mortecina luz que lograba filtrarse entre las sucias ventanas. La puerta chirrió al abrirse y un nuevo escalofrío, más intenso que el anterior, recorrió su espalda. Dentro encontró un espejo de cuerpo entero. El marco plateado y dorado estaba bellamente decorado con figuras de rosas y ángeles a los costados, en el lado superior había sido grabado un nombre, Ebony. No pudo evitar recorrer con sus dedos los brillantes relieves y el nombre. Contempló su reflejo. El cabello le caía en tirabuzones castaños sobre la frente y bajo sus ojos verdes la piel se había tornado violácea de no haber dormido.
De repente, el cristal pareció transformarse en líquido y comenzó a brillar. Instintivamente retrocedió unos pasos, una melodía alegre y tenebrosa a la vez empezó a sonar en la habitación. Ante su mirada atónita, una mano blanca como la nieve salió del espejo, seguida del cuerpo de una muchacha de aspecto frágil. Tanto su vestido blanco como sus cobrizos bucles ondulaban con un viento inexistente, en su mano derecha sujetaba la flauta travesera que había entonado la melodía, sus ojos, de un azul intenso, se clavaron en David y dibujó una sonrisa en sus tiernos labios. Al igual que el marco del espejo, su piel brillaba blanco-azulada, por lo que le pareció un ser divino.
¿Qu-quién eres?- musitó David, embelesado por su dulce apariencia. Cada vez se sentía más atraído a ella y sus ganas de abrazarla aumentaban a cada segundo pero aun así prefería mantenerse alejado de ella - ¿Un ángel?
Pareció un dudar un momento.
¿Un ángel?- su voz era cristalina, - Sí, eso es, un ángel.
Ella se acercó a él lentamente, cuidando cada movimiento. Su mano acarició la mejilla izquierda del joven, el cual se sonrojó al percibir su olor a lavanda y fresa.
-Un ángel...-murmuró él.
Los labios de ella rozaron los suyos con ternura.
-El ángel de la muerte.- le susurró ella al oído.
Mareado, se apartó de ella. Trastabilló y cayó al suelo, la vista se le había nublado y apenas tenía fuerzas para respirar. La eterna oscuridad le envolvió.
domingo, 16 de noviembre de 2008
Arthur Golden, Memorias de una Geisha
..."Imagínate que tú y yo estuviéramos sentados en una apacible estancia con visttas a un jardín, tomando té y charlando sobre unas cosas que pasaron hace mucho, mucho tiempo, y yo te dijera <
martes, 4 de noviembre de 2008
Nunca llegarás a ser tan pálida como esperas, menos si te gusta tanto el sol, la playa y la montaña. Nunca llegarás a despreciar tanto la vida, si sonríes al oír pajarillos y juegas con las niñas que escapan de la escuela, para que les cuentes un cuento y les hagas bailar.
Ese hoyo negro que hay en tu corazón, relleno por temporadas con ansiolíticos y terapias conductuales, no es una reminiscencia de tus días de uñas negras y ojos ocultos tras tu cabello. Es consecuencia, según el médico, de muchos pequeños detalles juntos y algo de hipertensión hereditaria. Pero nadie tiene la culpa, pequeña mía, porque a unos les toca el cáncer y a otros, esto. Da gracias a Dios por eso y levanta la carita.
Sé que no prefieres estar muerta, aunque lo dices varias veces a la semana. O lo sientes y lo callas, pero esas lagrimitas furtivas te delatan, y yo te estoy mirando todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo, aunque no me puedas ver a mí, aunque ignores que existo y trates de ocultarme en lo más profundo de tu inconsciencia, cada que sobreviene una crisis de esas, que te ponen tan mal.
Es verdad que no recuerdas qué escribiste en tu brazo cuando te hiciste esa última de tantas cicatrices en el mismo lugar y el resto de tu cuerpo. Si hubieras querido morir, habrías cortado más profundamente. No volverás a pensar que sería lindo irte a los 26 años, aunque morirás en breve, morirá tu yo de hoy y renacerá, aún no sabes en qué y como, pero sí sabes para qué y eso te tiene tranquila.
Me gusta verte así, mi niña, casi sin rastro de aquellos momentos difíciles que intentaste ocultar con un inútil escudo de excentricidad y demonismo. Me gusta que seas amiga aún de tus mejores amigos de entonces, que compartieron sueños suicidas o intentaron hacerte reaccionar con insultos y a la mierda. Me gusta que tengas un mantra para repetir cuando sientes que la culpa te arrastra a tu hoyo rojo y que reces, confiando en que algún buen dios te ayudará. Y esperes que algún amigo no te deje ir.
Siempre ha llegado alguno de ellos.
¿Pensabas que era fácil? No. No es sencillo ser noble, consciente y depresivo a la vez. Pero ayuda a no decaer.
¿Cuántas veces has decaído, bonita? ¿Una, dos, tres? Creo que tres, ¿verdad? ¿Repetirás? Mejor que no, ¿verdad? Pero si ocurre, no me olvides. Con que yo entienda lo que te ocurra, es suficiente. Sin embargo, no te avergüences de pedir ayuda a tu mamá o amigos. Ellos te quieren, pueden ayudarte, pueden apoyarte, pueden acompañarte o, como siempre dices, “pueden quedarse quietecitos, ser adorables y dejar de joder”.
Pero no atraigas tus miedos, ni culpas pasadas que no fueron tales, o que ya no tienen caso. No envidio tu capacidad de rebuscar en recuerdos borrosos un motivo para sentirte miserable. No la envidio, sino que duele. No culpes a tus pasados tristes de tu tristeza actual, pues sabemos que no es tal, que ese huequito en tu pecho, otrora relleno de ansiolíticos, no se cerrará con lamentos, ni resolviendo historias que ya llegaron a su fin.
No tiene caso que retrocedas, mi niña. No retrocedas, porque ninguno te lo agradecerá y sólo te hará daño. No retrocedas, porque no es necesario. Tú lo has dicho, lo has cantado, lo has escrito, lo has suspirado con el corazón en los labios: lineal y hacia delante.
No sonrías porque yo te lo pido, ni porque algún buen muchacho te dice que tu sonrisa es bonita. Sonríe cuando te nazca del ombligo. Y mírame con esos ojos de gato cada vez que quieras, coquetea, juega, grita de alegría y llora de emoción. No te pido descontrol, te pido vida. Tú lo sabes mejor que yo, bonita mía, lo sabes, lo sabes.
Es un asco. Sí, lo sé, es un asco. Pero no es crónico y tal vez sea parte de todo lo que te hace especial. No tengas miedo de no dejarte querer, o de que no te quieran por esto. Sabes bien que arrancas corazones sólo con conocerte un poquito más allá de tu color chocolate. Y sabes lo que vales y lo mucho que te queda por ayudar a conseguir, mi niña oscura. Ve.
lunes, 20 de octubre de 2008
A lo lejos la figura grácil de un pequeño felino que atento observa nuestro devenir cogidos de la mano. Permanece quieto, mirándonos, sumándose a la complicidad de todo lo que nos rodea, de nuestras voces, nuestra presencia, nuestras miradas.
Juguetón, maúlla, gira panza arriba reclamando caricias, dejándose hacer con los ojos entrecerrados y un ronroneo creciente. Un poco más abajo, un perro celoso pretende, con insistentes ladridos, muestras de cariño también para él.
Nos miramos sorprendidos, imposible evitar una carcajada. Me tomas entre tus brazos, me besas y el mundo desaparece: sólo tú, sólo yo, nosotros.
Nuevas risas nos regresan a la realidad. No hay misterios, sólo nosotros bajo el techo del que cuelga un ventilador con sus aspas quietas, mientras el tiempo da otro giro hacia nuestro pasado, presente y futuro.
....
No recuerdo de donde saqué este texto...
viernes, 17 de octubre de 2008
"Nunca me gustaron los hospitales, aunque a medida que me fui acostumbrando a ellos mi asco por aquel ambiente aséptico fue desapareciendo hasta convertirse casi en rutina. Aquel día me iban a hacer la enésima prueba en lo que iba de año, en un proceso que se había convertido en algo tan rutinario que, lejos de generarme cualquier inquietud, me invitaba al bostezo. Como casi siempre, me llamaron con retraso para esperar a la puerta de las cabinas de rayos X. Me apoyé en la pared y miraba donde podía para pasar el rato. Por el pasillo pasaba bastante gente. Muchos viejos y bastantes batas blancas. De vez en cuando alguien abría una puerta y cantaba una retahíla de nombres entre los que no estaba el mío. Paciencia. De repente, un médico se detuvo junto a mí y se paró a hablar con un señor mayor que esperaba a mi lado, también apoyado en la pared. Por la conversación, supe que se conocían de hace tiempo y supuse que estaba tratando a alguien muy cercano. El viejo, vestido con un abrigo clásico y con cierto punto de elegancia, dijo un par de términos médicos y noté como se le iba la voz cuando le dijo: “está muy mal”. Al médico le dio tiempo a poco más que a alguna palabra cargada más de ánimo para la lucha que de esperanza antes de que se abriera la puerta de la cabina de los rayos X y saliera abrochándose el último botón de la chaqueta de lana y caminando centímetro a centímetro una mujer pequeña y delgada con el pelo blanco recogido en un moño. Cuerpo diminuto avanzando en pasos diminutos. Y entonces lo vi. Vi como ella levantó la vista y miró a su marido con unos ojos que yo no había visto nunca. Quizá era pena, quizá cansancio, quizá tristeza, pero de lo que no dudé nunca era de la entrega y el amor que había en aquella mirada. De como el vínculo que unía a aquellas dos personas era más fuerte que cualquiera de las pasiones que yo hubiera sentido en mi vida. Y allí, en lo que quizá fuera la antesala de su muerte, sentí que aquella señora diminuta, débil y enferma me había dado una lección de vida. Paso a paso, centímetro a centímetro, recorrió en una eternidad los escasos metros que le separaban de su marido y otro escalofrío me recorrió el cuerpo al ver que aquel sentimiento era total y absolutamente correspondido. Así se cogieron del brazo y se marcharon lentamente por el pasillo del hospital mientras la enfermera me llamaba a las pruebas. Fue, sin duda, la demostración de amor más intensa que he visto en toda mi vida."
domingo, 12 de octubre de 2008
Diane Setterfield, El Cuento Número Trece
En el colegio no hablaba de mis lecturas en la librería. Los retazos de francés arcaico que había ojeado en viejas gramáticas se reflejaban en mis redacciones y, aunque mis maestros los tachaban de faltas de ortografía, nunca lograron erradicarlos. De vez en cuando una clase de historia tocaba una de las profundas pero aleatorias vetas de conocimiento que yo había acumulado mediante mis caprichosas lecturas en la librería. <<¿ Carlomagno?-pensaba-.¿ Mi Carlomagno? ¿ El Carlomagno de la librería? >> En esas ocasiones permanecía muda, pasmada por la momentánea coolosión de dos mundos que no tenían nada más en común.
martes, 30 de septiembre de 2008
Anne Rice, Entrevista con el vampiro
miércoles, 24 de septiembre de 2008
viernes, 19 de septiembre de 2008
...A distance there is..., Theatre Of Tragedy
lunes, 8 de septiembre de 2008
Memory,Cats
http://es.mp3lyrics.org/8akZ | ||
Midnight Not a sound from the pavement Has the moon lost her memory She is smiling alone In the lamplight The withered leaves collect at my feet And the wind begins to moan Memory All alone in the moonlight I can dream of the old days Life was beautiful then I remember the time I knew what happiness was Let the memory live again Every street lamp seems to beat A fatalistic warning Someone mutters and the street lamp sputters And soon it will be morning Daylight I must wait for the sunrise I must think of a new life And I musn't give in When the dawn comes Tonight will be a memory too And a new day will begin Burnt out ends of smoky days The stale cold smell of morning A street lamp dies, another night is over Another day is dawning Touch me, It's so easy to leave me All alone with my memory Of my days in the sun If you touch me, You'll understand what happiness is Look, a new day has begun... |
domingo, 31 de agosto de 2008
Carlos Ruiz Zafón, La Sombra Del Viento
...Aquel encuentro en la sala de música del piso de la plaza Real fue el primero entre muchos más a lo largo de aquel verano de 1945 y de los años que siguieron. Pronto mis visitas al piso de los Barceló se hicieron casi diarias, menos los martes y jueves, días en que Clara tenía clase de música con el tal Adrián Neri. Pasaba horas allí y con el tiempo me aprendí de memoria cada sala, cada corredor y cada planta el bosque de don Gustavo. La Sombra Del Viento nos duró un par de semanas, pero no nos costó trabajo encontrar sucesores con que llenar nuestras horas de lectura. Barceló disponía de unas fabulosa biblioteca y, a falta de más títulos de Julián Carax, nos pseamos por docenas de clásicos menores y de frivolidades mayores. Algunas tardes apens leíamos y nos dedicábamos sólo a conversar o incluso a salir a dar un paseo por la plaza o a caminar hasta la catedral. A Clara le encantaba sentarse a escuchar los murmullos de la gente en el claustro y adivinar el eco de los pasos en los callejones de piedra. Me pedía que le describiese las fachadas, las gentes, los coches, las tiendas, las farolas y los escaparates a nuestro paso. A menudo, me tomaba del brazo y yo la guiaba por nuestra Barcelona particular, una que sólo ella y yo podíamos ver. Siempre acabábamos en una granja de la calle Petritxol, compatiendo un plato de nata o un suizo con melindros. A veces la gente nos miraba de refilón, y más de un camarero listillo se refería a ella como "tu hermana mayor", perom yo hacía caso omiso de burlas e insinuaciones...
domingo, 10 de agosto de 2008
Alice
Volvió la cabeza hacia la ventana. Fuera reinaba el silencio. Recordó la tarde anterior, cuando entró en el sótano de la casa abandonada, justo antes de que las bombas comenzasen a caer sobre la ciudad. En su inocencia, pensó que las bombas eran una tormenta y se durmió, abrazada a un peluche de un gato que había encontrado en la primera planta de la casa. Nunca había tenido un peluche, pues sus padres no podían permitirse tal lujo.
Subió las viejas escaleras y abrió la puerta que daba al exterior. Traspasó el umbral con el gato bien abrazado, como si tuviese miedo de perderlo.
Las casas a su alrededor habían sido convertidas en escombros, cristales inundaban las calles y los cuerpos inmóviles de los ciudadanos. Extrañada, se preguntó cómo podían estar durmiendo en la calle. La nieve caía dulcemente, cubriendo todo en un intento de devolver la normalidad al lugar. El cielo tenía un extraño color cobrizo.
También la casa abandonada detrás de ella había sufrido graves daños por las explosiones. Miró a su alrededor con horror. Tenía frío y no tenía nada con lo que arroparse. Iba descalza y el vestido blanco-azulado de tirantes le llegaba hasta la mitad de los muslos. Agarró con más fuerza al gato y comenzó a caminar de puntillas, con cuidado de no clavarse ningún cristal. Unas calles más allá encontró unos zapatos de su talla en una tienda de zapatos medio derruida. Cuando volvió a salir a la calle de nuevo el miedo la embargó por completo. No había caído en la cuenta de que toda la ciudad había sido reducida a escombros. Sus ojos se humedecieron. Comenzó a correr, desesperada, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, enrojecidas por el esfuerzo y el frío.
De vez en cuando paraba para coger aire, pero en seguida seguía corriendo, pues no podía soportar la imagen de la ciudad ni del cielo rojo.
Cuando llegó a las afueras de la ciudad, el cielo comenzaba a clarear a lo lejos.
Agotada y con los músculos entumecidos por el frío cayó sobre el césped, húmedo del rocío.
Cuando abrió los ojos estaba en la parte trasera de una lujosa limusina. Las piernas le dolían tanto que pensó que no podría moverlas y las costillas le dolían al respirar. Su cabeza estaba apoyada en las piernas de un joven. Éste miraba hacía las montañas que se abrían a lo lejos. Levaba el pelo cobrizo recogido en una coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda y varios mechones más cortos caían en suaves ondas sobre su rostro. La niña se movió un poco y el muchacho la miró. Sus ojos eran cálidos y la transportaron a un mundo soleado por unos instantes.
Alice buscó al gato por el asiento, pero no lo encontró. El joven, al ver que la niña miraba todo a su alrededor y sus ojos se llenaban de lágrimas preguntó:
-Suchst du das Kätchen? ¿Buscas al gatito?
La niña asintió con los ojos llenos de lágrimas. El muchacho le dijo algo al conductor y éste le dio el peluche, que estaba en el asiento del copiloto. La niña abrazó el gato aliviada. El joven sonrió y acarició el pelo de la niña con dulzura.
-¿Cómo te llamas?- preguntó
-Alice-. contestó la niña casi en un susurro- Gracias por rescatarme
viernes, 8 de agosto de 2008
Victoria Francés, Favole (II)
martes, 5 de agosto de 2008
Victória Francés, Favole
Angelique Violetas en el Hielo
"La muerte es un ángel", cantaba Perséfone, la niña enfermiza que soñaba con ser mujer, bailar en salones con cientos de pretendientes y vivir en un cuento de brujas y fantasmas.
Su mirada lánguida de muñeca triste cruzaba constantemente el ventanal de su cabaña, donde la nieve caía dulcemente y cubría el camino hacia el bosque. Perséfone estaba acostumbrada a la enfermedad desde su nacimiento y, aunque el frío de la nieve fuese mortal para ella, decidió salir aquella mañana, dar un pequeño paseo por el bosque y sentir el frío que su madrastra le prohibía constantemente... no sin antes espolvorearse el rostro blanco como la nieve, pintar de carmín un corazón en sus labios y peinarse los bucles de ébano.
Ataviada como una hermosa princesa, salió de la cabaña y se adentró en el bosque helado, mientras mordía una manzana tan roja como la sangre... hacía mucho frío, tanto que las piernas en ocasiones parecían no obedecerla y el pecho se amorataba dolorosamente. Agotada, decidió asentar el cuerpo en la nieve y se puso a temblar.
"Rojos como la sangre son tus labios, Angelique, negras tus alas de muerte cuando vengas a por mí...", cantaba la niña y, sin motivo, comenzó a sangrar debajo de la falda morada y corrumpió la pureza de la nieve... Su primera menstruación había llegado y, con ella, el fin de su infancia.
De repente, un cortejo de mariposas víoláceas le cruzó por delante del rostro y, a causa del sobresalto, un bocado de la manzana obstruyó la garganta de la niña.
El frío de la nieve y la roja manzana se inyectaron como un veneno letal en la muchacha, que falleció de asfixia, en plena pubertad.
viernes, 1 de agosto de 2008
Alice Sebold, Desde Mi Cielo
"Me llamo Salmon, como el pez; de nombre, Susie. Tenía catorce años cuando me asesinaron, el 6 de diciembre de 1973. Si veis las fotos de niñas desaparecidas de los periódicos de los años setenta, la mayoría eran como yo: niñas blancas de pelo castaño desvaído. Eso era antes de que en los envases de cartón de la leche o en el correo diario empezaran a aparecer niños de todas las razas y sexos. Era cuando la gente aún creía que no pasaban esas cosas.
En el anuario de mi colegio yo había escrito un verso de un poeta español por quien mi hermana había logrado interesarme, Juan Ramón Jiménez. Decía así:" Si te dan papel rayado, escribe de través". Lo escogí porque expresaba mi desdén por mi entorno estructurado en el aula, y porque al no tratarse de la tonta letra de un grupo de rock, me señalaba como una joven de letras. Yo era miembro del Club de Ajedrez y del Club de Químicas, y en la clase de ciencias del hogar de la señoritra Delminico se me quemaba todo lo que intentaba cocinar. Mi profesor favorito era el señor Botte, que enseñaba biología y disfrutaba estimulando a las ranas y los cangrejos que teníamos que diseccionar, haciéndoles bailar en sus bandejas enceradas.
No me mató el señor Botte, por cierto. No creáis que todas las personas que vais a conocr aquí son sospechosas. Ese es el problema. Nunca sabes. El señor Botte estuvo en mi funeral (al igual que casi todo el colegio, si se me permite decirlo; nunca he sido más popular) y lloró bastante. Tenía una hija enferma. Todos lo sabíamos, de modo que cuando se reía de sus propios chistes, que ya estaban pasados de moda mucho antes de que yo lo tuviera como profesor, también nos reíamos, a veces con una risa forzada, para dejarlo contento. Su hija murió un año y medio después que yo. Tenía leucemia, pero nunca la he visto en mi colegio..."
...
Mi último libro adquirido, algo maltratado porque estaba en un quiosco. Hace bastante había oído hablar sobre él nada m´s saber de su existencia lo apunté en mi gran lista de libros que me gustaría leer.
Por primera vez en mucho tiempo mi padres han aceptado regalarme un libro y, aunque tan solo haya leído la primera página, tengo la sensación de haber escogido bien el libro.
jueves, 31 de julio de 2008
Anne Rice, Pandora [II]
Sentí la suave seda de su pelo trenzado, y la frialdad y firmeza de sus hombros, de su brazo. Pero ella no me miró. Era un objeto petrificado. ¿Podía mirarme?¿Había decidido permanecer en silencio, con la vista clavada al frente? ¿Era presa de un hechizo malévolo, un hechizo del que sólo podían despertarla un millar de himnos?
En mi delirio vi las palabras grabadas en unas piezas de oro entre las joyas de su collar. "Traedme al malvado y beberé su sangre."
Tuve la impresión de que me hallaba en el desierto y el collar daba tumbos por la arena, arrastrado por el viento, como el cadáver del ser abrasado. Abatido, perdido, para ser rehecho.
Sentí como si un imán invisible atrajera mi cabeza hacia su cuello. Ella extendió los dedos sobre mi pelo, dirigiendo los movimientos de mi cabeza, instando a mis labios a sentir aquella piel.
Ella ladeó la cabeza ligeramente, apartado un poco el rostro, mostrándome el cuello. Vi con toda nitidez la vena de la que ella deseaba que bebiera.
La Reina pasó los dedos delicadamente a través de mi pelo, sin tirar de él y sin lastimarme, simplemente tomándome la cabeza, haciéndome experimentar un delicioso éxtasis, instándome con suavidad a aproximar el rostro y que mis labios ya no pudieran rehuir el contacto con su explendorosa piel...
martes, 29 de julio de 2008
Anne Rice, Pandora
"...De pronto se alzó el velo que durante toda mi vida se había interpuesto entre mí y las cosas que me rodeaban; ahora, bajo sus colores y formas auténticas, mostraban su auténtico porpósito e identidad: la Reina, con la vista clavada al frente, permanecía inmóvil como el Rey. La vida no podía haber imitado esa serenidad, esa absoluta parálisis. Oí que caían unas gotas de agua de las flores, una minúsculas gotas que daban sobre el suelo de mármol; oí también la caída de una hoja. Al volverme vi la minúscula hoja, rizada, meciéndose sobre las losas. Oí la brisa deslizarse debajo del dorado techo abovedado. Las llamas de las lámparas entonaban una canción.
El mundo se componía de canciones entretejidas, esa un tapiz formado por canciones. Los mosaicos multicolores refulgían, luego perdían su forma y dibujo. Los muros se disolvían en una bruma coloreada que nos envolvía, a través de la cual podían vagar eternamente...."
domingo, 27 de julio de 2008
Victoria Francés, El Corazón De Arlene
... En una de las encrucijadas del laberinto encontró una curiosa señalización que marcaba el camino hacia un supuesto castillo que se divisaba a lo lejos.
Aquel nuevo camino estaba plagado e mendigos que dormían en silencio y jóvenes escuálidos que inyectaban extrañas sustancias en sus venas. Sus miradas se perdían en el cielo del atardecer, mientras Arlene pasaba junto a todos ellos sin saber cómo calmar su sufrimiento...
Uno de aquellos seres llamó poderosamente su atención , pues llevaba una máscara con la que se cubría medio rostro y su cuerpo estaba lleno de cicatrices precidas a la que Arlene lucía en su pecho izquierdo.
La muñeca intentó imaginar cómo sería su rostro si retirase aquella máscara, y en su mente creó una imagen de aquel joven que acabó por enamorarla, pues sus facciones parecían las mismas ue poseían los ángeles en su imaginación.
De repente, el joven retiró la máscara y dejó al descubierto su medio rostro quemado... Por unos momentos, Arlene se sorprendió ante aquella visión, pero al volver a observar aquella mirada angelical, se acercó hacia su piel quemada y besó sus labios, totalmente enamorada.
Cayó la noche en aquel laberinto de soledad, y Arlene abrazó a su miserioso compañero para dormir sobre su pecho, mientras escuchaba la dulce música que emitían los latidos de su corazón....
jueves, 17 de julio de 2008
Nota sobre la última actualización
Esa pequeña historia la escribí hace más de dos años ( de ahí su mala calidad) y hace casi un año que había caído en el olvido de mi mente.
La idea de está historia apareció cuando volvía de estar con mis amigos. Estaba anocheciendo y fuera el viento movía las ramas de los pequeños árboles plantados en las aceras. Yo miraba desde la ventana del autobús hacía el cielo, esperando ver la cúpula del crematorio y el ángel que,sentado sobre su trono de piedra, guardaba el cementerio desde las alturas.
No hacía mucho desde que mi hermana me hubiera mostrado por primera vez a aquel ser alado y desde el primer momento me hechizó.
Ese día surgió la historia del ángel guardián. Quizás fuese porque en el autobús siempre tengo tiempo para pensar o porque en esos momentos aún soñaba con entrar en un cementerio y tocar el violín dentro. "Algún día lo haré, cuando sepa tocar el violín y tenga un vestido negro..."
La gente siempre me mira extrañada cuando digo que me encanta buscar ángeles de piedra en los cementerios. Solo es el entretenimiento de una niña que vive rodeada por un inmenso cementerio. O quizás busca identificarse con ellos... Aquellos seres tan inocentes y puros...
O quizás solo sea una historia de una niña loca...
miércoles, 16 de julio de 2008
El ángel de piedra
Las hojas y las ramas secas crujieron bajo las faldas negras de su vestido, mientras emprendía el camino hasta los muros que la separaban del cementerio. En la espalda cargaba la caja de un violín y en su mano derecha, blanca como la nieve, sostenía el arco con cuidado.
Cuando llegó a la verja sacó una llave oxidada de los pliegues de su vestido y abrió la puerta con cuidado.
La calma la inundó cuando contempló las lápidas cubiertas de moho y enredaderas y una brisa comenzó a soplar haciendo ondular su cabello negro y enredándolo alrededor de sus delicados brazos. Cerró los ojos y por un momento le pareció que el viento susurraba su nombre y se imaginó que eran las almas de los fallecidos los que le cantaban al oído.
Dejó la caja del violín sobre una lápida y sacó el violín. Miró al ángel que guardaba la tumba y le sonrió. La música comenzó a sonar del violín a la vez que el cementerio quedaba en silencio. Ningún pájaro cantaba, incluso el viento había dejado de soplar. Todas las almas escuchaban sobrecogidas las melodías que la joven creaba.
La muchacha dejó de tocar cuando el sol iluminaba el cementerio por completo. Al terminar de guardar el violín y el arco gateó encima de la tumba hasta encontrarse su mirada con la del ángel guardián. Sonrió y le acarició la mejilla de granito, frío y húmedo por las gotas de rocío. Su mano acarició sus labios suavemente y acercó su rostro al del ser alado.
Los labios de ambos se rozaron. La joven se sintió mareada y cayó sobre la piedra, inconsciente.
Pasaron muchos años hasta que alguien volvió a penetrar en aquel cementerio del pueblo abandonado. El niño había descubierto los muros por casualidad mientras corría detrás de un conejo blanco y negro.
Anduvo entre las lápidas hasta llegar a una tumba en la que un ángel sostenía a una muchacha inconsciente entre sus brazos y la miraba con una mezcla de dulzura y preocupación. Pero había algo extraño en las estatuas. Las esculturas estaban bellamente pintadas, pues ambas figuras parecías reales. Incluso los cabellos de la joven parecían pintados uno a uno y la piel de ambos era blanda como la de los humanos…
martes, 15 de julio de 2008
Bram Stoker, Drácula
"Tan pronto divisaba aldehuelas como castillos agaxapados en la cima de escarchadas colinas, semejantes a los que se ven en los grabados antiguos"
domingo, 13 de julio de 2008
Forever Slave, The Letter
My dear friend
I write this letter
Because my words
Can't be heard
Tears of sorrow
Break this silence
While your soul is flying
A long way from here
Along the shore
Your soul reduced to dust
I'll keep the memories in my heart
Anf your soul in my mind.
You're leaving here forever
To a place of Avalon.
Along the ocean
The storm reduced
Your soul to ashes
- I have lost my dreams
- Today you life is a whisper for the angels
- No please! I must find a new way
- Darling... You have left in the world what you knew
lunes, 30 de junio de 2008
Carlos Ruiz Zafón, La Sombra Del Viento
martes, 17 de junio de 2008
Epica-Solitary ground
living at different places
evading into various spaces
my compass has broken; I´m losing the way
an ongoing madness has led me astray
My past breathes down my neck
and it seems now that all I can do is
go back to beginnings when all lay ahead
a fading illusion now plagues me instead
in me there´s still a place that fulfils me
a sanctity here that I call home and run to when winter descends
if I try can I find solid ground
I follow elusive paths
oh it seems they´ve been written in stone
and the door to a new life is closing so fast
burning the bridges will not bring me back
in me there´s still a place that fulfils me
a sanctity here that I call home and run to
when winter descends,
if I try can I find solid ground
I know that in me there still a place that fulfils me
a sanctity here, that I call home and run to
when winter descends
If I try can I find solid ground
Or am I just wasting time?
sábado, 14 de junio de 2008
sábado, 7 de junio de 2008
Forever Slave, Equilibrium
miércoles, 4 de junio de 2008
Theodor Fontane, Die Brück' am Tay (28 Dezember 1879)
"Um die siebende Stund', am Brückendamm."
"Am Mittelpfeiler."
"Ich lösche die Flamm"
"Ich mit."
"Ich komme vom Norden hr."
"Und ich vom Süden."
"Und ich vom Meer."
"Hei, das gibt einen Ringelreihn,
Und die Brücke muss in den Grund hinein."
"Und der Zug, der in die Brücke tritt
Un die siebende Stund' ?"
"Ei, er muss mit"
"Muss mit."
"Tand, Tand
Ist das Gebilde von Menschenhand!"
...
Auf der Norderseite, das Brückenhaus-
Alle Fenster sehen nach Süden aus,
Und die Brücknersleut' ohne Rast und Ruh
Und in Bangen sehen nach Süden zu,
Sehen und warten, ob nicht ein Licht
Übers Wasser hin "Ich komme" spricht,
"Ich komme, trotz Nacht und Sturmesflug,
Ich, der Edinburger Zug."
Und der Brückner jetzt:" Ich seh' einen Schein
Am anderen Ufer. Das muss er sein.
Nun, Mutter, weg mit dem bangen Traum,
Unser Johnie kommt und will seinen Baum,
Und was noch am Baume von Lichtern ist,
Zünd' alles an wie zum heiligen Christ,
Der will heuer zweimal mit uns sein, -
Und in elf Minuten ist er herein."
...
Und es war der Zug. Am Südensturm
Keucht er vorbei jetzt gegen den Sturm,
Und Johnie spricht:" Die Brücke noch!
Aber was tut es, wir zwingen es doch.
Ein fester Kessel, ein doppelter Dampf,
Die bleiben Sieger in solchem Kampf.
Und wie's aunch rast un ringt und rennt,
Wir kriegen es unter, das Element.
Und unser Stolz ist unsre Brück';
Ich lache, denk' ich an früher zurück,
An all den Jammer und all die Not
Mit dem elend alten Schifferboot;
Wie manche liebe Christfestnacht
Hab' ich im Fährhaus zugebracht
Und sah unsrer Fenster lichten Schein
Und zählte und konnte nicht drüben sein."
Auf der Norderseite, das Brückenhaus-
Alle Fenster sehen nach Süden aus,
Und die Brückenrsleut' ohne Rast und Ruh
Und in Bangen sehen nach Süden su;
Denn wütender wurde der Winde Spiel,
Und jetzt, als ob Feuer vom Himmel fiel',
Erglüht es in niederschiessender Pracht
Überm Wasser unten...Und wieder ist Nacht.
"Wann treffen wir drei wieder zusamm?"
"Um Mittelnacht, am Bergeskamm."
"Auf dem hohen Moor, am Erlenstamm"
"Ich komme."
"Ich mit."
"Ich nenn' euch die Zahl."
"Und ich die Namen."
"Und ich die Qual."
"Hei,
Wie Splitter brach das Gebälk entzwei."
"Tand, Tand
Ist das Gebilde von Menschenhand."
sábado, 24 de mayo de 2008
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