miércoles, 21 de mayo de 2008

Anne Rice, La Reina De Los Condenados


Casi al instante, vio a Louis que entraba en un salón vacío. Acababa de subir las escaleras del sótano donde había dormido su sueño diurno en una cripta oculta tras un muro. No era consciente de que lo estaban observando. Con sedosos pasos largos cruzó la polvorienta pieza y se detuvo a mirar, a través del sucio cristal, el denso flujo del tráfico. La misma vieja casa de Divisadero Street. De hecho, poco había cambiado en aquella elegante y sensual criatura que había provocado cierta pequeña agitación con sus "Confesiones de un vampiro". Excepto que ahora era él quien esperaba a Lestat. Había tenido sueños perturbadores; tebnía miedo por Lestat, y antiguas y desconocidas añoranzas le llenaban el pecho.
Con reticencia, dejó que la imagen se fuera. Sentía muchao afecto por éste, por Louis. Y este afecto no era sensato, porque Louis poseía un alma dulce y educada y ninguno de los poderes de Gabrielle y de su endemoniado hijo. Sin embargo, estaba seguro de que Louis podría sobrevivir tanto tiempo como ellos. Eran curiosas las clases de valor que contribuían a la resistencia. Quizá tenía algo que ver con la aceptación. Pero entonces, ¿cómo explicar lo de Lestat: derrotad y lleno de cicatrices y de nuevo en pie? Lestat, que nunca aceptaba nada.

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