martes, 13 de diciembre de 2011

Patrick Rothfuss, El Temor de un Hombre Sabio

"...Dos días sin efectos teatrales por mi parte contribuyeron a que todos se relajaran. Dedan seguía con sus bravuconadas y su chulería, pero había dejado de llamarme "chico" y se quejaba mucho menos, de modo que lo consideré una victoria.
Exaltado por ese modesto éxito, decidí llevar a cabo un intento activo de conversar con Tempi. Si tenía que dirigir aquel grupo, necesitaba conocer mejor al Adem. Y lo más importante: necesitaba saber si era capaz de pronunciar más de cinco palabras seguidas.
Así que me acerqué a él cuando paramos para comer. Tempi se había sentado un poco apartado de todos nosotros. Y no porque mantuviera una actitud distante. Los demás charlábamos mientras comíamos; Tempi, en cambio, sólo comía.
Me senté a su lado con mi almuerzo: un trozo de salchicha seca y unas patatas fritas.
-Hola, Tempi.
Levantó la cabeza y asintió. Durante un segundo vi un destello en sus ojos gris pálido. Entonces desvió la mirada, moviendo las manos inquieto. Se pasó una por el pelo y por un instante me recordó a Simmon. Ambos tenían una constitución delgada y el cabello rubio rojizo. Pero Simmon no era tan callado. A veces, cuando conversaba con Sim, no conseguía intercalar ni una sola palabra.
Ya había intentado hablar con Tempi otras veces, por supuesto. Normalmente eran charlas sin importancia: sobre el tiempo, sobre cómo nos dolían los pies tras caminar todo el día, sobre la comida. No había servido de nada. Como mucho, le había sonsacado una palabra o dos. la mayoría de las veces, sólo una cabezada o un encogimiento de hombros. Lo más habitual era una expresión vacía, luego agitaba un poco las manos y rehuía de plano mirarme a los ojos.
Por eso ese día yo tenía preparada una táctica para entablar conversación con él.
-He oído hablar del Lethani- dije -. Me gustaría saber algo más. ¿Quieres contarme algo?
Los ojos grises de Tempi se encontraron con los míos brevemente, pero su rostro seguía sin expresar nada. Entonces volvió a desviar la mirada. Cogió una de las correas de piel rojas que le ceñían la camisa al cuerpo y hugueteó con la manga.
-No. No hablo del Lethani. No es para ti. No preguntes.
Volvió a desviar la mirada. , esa vez hacia el suelo.
Conté mentalmente. Once palabras. Al menos eso contestaba una de mis preguntas..."

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