"¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? El tiempo se paró en algún momento. Seguí con mi vida sí, pero de forma mecánica. Despertarme. Ir a clase. Volver a casa. Estudiar. Dormir. Apenas me he interesado por cosas que antes ocupaban mi mente. Me he olvidado de ellas por completo. He eliminado aspectos de mi vida que me recordaban demasiado a ti. Eso no basta para olvidarte, pero ayuda. Nada ha vuelto a ser lo mismo. Y sin embargo nada parece haber cambiado."
domingo, 18 de diciembre de 2011
martes, 13 de diciembre de 2011
Patrick Rothfuss, El Temor de un Hombre Sabio
"...Dos días sin efectos teatrales por mi parte contribuyeron a que todos se relajaran. Dedan seguía con sus bravuconadas y su chulería, pero había dejado de llamarme "chico" y se quejaba mucho menos, de modo que lo consideré una victoria.
Exaltado por ese modesto éxito, decidí llevar a cabo un intento activo de conversar con Tempi. Si tenía que dirigir aquel grupo, necesitaba conocer mejor al Adem. Y lo más importante: necesitaba saber si era capaz de pronunciar más de cinco palabras seguidas.
Así que me acerqué a él cuando paramos para comer. Tempi se había sentado un poco apartado de todos nosotros. Y no porque mantuviera una actitud distante. Los demás charlábamos mientras comíamos; Tempi, en cambio, sólo comía.
Me senté a su lado con mi almuerzo: un trozo de salchicha seca y unas patatas fritas.
-Hola, Tempi.
Levantó la cabeza y asintió. Durante un segundo vi un destello en sus ojos gris pálido. Entonces desvió la mirada, moviendo las manos inquieto. Se pasó una por el pelo y por un instante me recordó a Simmon. Ambos tenían una constitución delgada y el cabello rubio rojizo. Pero Simmon no era tan callado. A veces, cuando conversaba con Sim, no conseguía intercalar ni una sola palabra.
Ya había intentado hablar con Tempi otras veces, por supuesto. Normalmente eran charlas sin importancia: sobre el tiempo, sobre cómo nos dolían los pies tras caminar todo el día, sobre la comida. No había servido de nada. Como mucho, le había sonsacado una palabra o dos. la mayoría de las veces, sólo una cabezada o un encogimiento de hombros. Lo más habitual era una expresión vacía, luego agitaba un poco las manos y rehuía de plano mirarme a los ojos.
Por eso ese día yo tenía preparada una táctica para entablar conversación con él.
-He oído hablar del Lethani- dije -. Me gustaría saber algo más. ¿Quieres contarme algo?
Los ojos grises de Tempi se encontraron con los míos brevemente, pero su rostro seguía sin expresar nada. Entonces volvió a desviar la mirada. Cogió una de las correas de piel rojas que le ceñían la camisa al cuerpo y hugueteó con la manga.
-No. No hablo del Lethani. No es para ti. No preguntes.
Volvió a desviar la mirada. , esa vez hacia el suelo.
Conté mentalmente. Once palabras. Al menos eso contestaba una de mis preguntas..."
Exaltado por ese modesto éxito, decidí llevar a cabo un intento activo de conversar con Tempi. Si tenía que dirigir aquel grupo, necesitaba conocer mejor al Adem. Y lo más importante: necesitaba saber si era capaz de pronunciar más de cinco palabras seguidas.
Así que me acerqué a él cuando paramos para comer. Tempi se había sentado un poco apartado de todos nosotros. Y no porque mantuviera una actitud distante. Los demás charlábamos mientras comíamos; Tempi, en cambio, sólo comía.
Me senté a su lado con mi almuerzo: un trozo de salchicha seca y unas patatas fritas.
-Hola, Tempi.
Levantó la cabeza y asintió. Durante un segundo vi un destello en sus ojos gris pálido. Entonces desvió la mirada, moviendo las manos inquieto. Se pasó una por el pelo y por un instante me recordó a Simmon. Ambos tenían una constitución delgada y el cabello rubio rojizo. Pero Simmon no era tan callado. A veces, cuando conversaba con Sim, no conseguía intercalar ni una sola palabra.
Ya había intentado hablar con Tempi otras veces, por supuesto. Normalmente eran charlas sin importancia: sobre el tiempo, sobre cómo nos dolían los pies tras caminar todo el día, sobre la comida. No había servido de nada. Como mucho, le había sonsacado una palabra o dos. la mayoría de las veces, sólo una cabezada o un encogimiento de hombros. Lo más habitual era una expresión vacía, luego agitaba un poco las manos y rehuía de plano mirarme a los ojos.
Por eso ese día yo tenía preparada una táctica para entablar conversación con él.
-He oído hablar del Lethani- dije -. Me gustaría saber algo más. ¿Quieres contarme algo?
Los ojos grises de Tempi se encontraron con los míos brevemente, pero su rostro seguía sin expresar nada. Entonces volvió a desviar la mirada. Cogió una de las correas de piel rojas que le ceñían la camisa al cuerpo y hugueteó con la manga.
-No. No hablo del Lethani. No es para ti. No preguntes.
Volvió a desviar la mirada. , esa vez hacia el suelo.
Conté mentalmente. Once palabras. Al menos eso contestaba una de mis preguntas..."
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