lunes, 19 de marzo de 2012

El Entierro de Atala, Girodet-Trioson


Una vespertina claridad declina a lo lejos. Ella, la muerta, resplandece más (y más
bellamente y más suavemente) que los vivos. Su rostro carece de resabios de
agonía. El joven le abraza con hermoso dolor las piernas. Ella no ha muerto,
duerme en la muerte. Su rostro apacible, su cuello, su pecho luminoso, sus
hombros y brazos de deleitante contorno, son un bello y reciente jardín. Sus
manos enlazadas ya no palparán la vida, y esto es hermoso porque entonces la
vida no ha existido.
Eduardo Boza Oviedo